domingo, 4 de septiembre de 2011

palma africana




La palma africana ha sido utilizada desde la antigüedad para la obtención de aceite. Produce dos tipos de aceite, el del fruto y el de la semilla, respectivamente. El aceite alimentario se comercializa como aceite comestible, margarina, cremas, etc., y el aceite industrial es utilizado para la fabricación de cosméticos, jabones, detergentes, velas, lubricantes, etc. El aceite de palma africana representa casi el 25 % de la producción de aceites vegetales en el mundo. Es considerado como el segundo aceite más ampliamente producido sólo superado por el aceite de soja.

A pesar de ello, dentro de las plantas oleaginosas, es la de mayor rendimiento en toneladas métricas de aceite por hectárea. En comparación con otras especies oleaginosas, la palma africana tiene un rendimiento por hectárea varias veces superior. Es así que para producir lo que mismo que una hectárea de palma, se necesitan sembrar 10 y 9 ha de soja y girasol, respectivamente.

Debido a esto, el cultivo de la palma africana es de gran importancia económica ya que provee la mayor cantidad de aceite de palma y sus derivados a nivel mundial.


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REQUERIMIENTOS EDAFOCLIMÁTICOS.

Clima.




La palma africana es una planta propia de la región tropical calurosa, por ello se ubica en aquella zonas que presentan temperaturas medias mensuales que oscilan entre 26 ˚C y 28 ˚C, siempre que las mínimas mensuales no sean inferiores a 21 ˚C. Temperaturas inferiores a 17 ˚C durante varios días provocan una reducción del desarrollo de plantas adultas y en vivero detienen el crecimiento de las plántulas. No soporta heladas.
En cuanto a las precipitaciones, las condiciones favorables para esta especie están determinadas por la cantidad y distribución de las lluvias, que presentan rangos oscilantes entre 1800 mm y 2300 mm al año. Sin embargo, se puede presentar el caso de regiones con precipitaciones superiores a los 2300 mm, pero con largas épocas de sequía, razón por la cual los rendimientos no se corresponden con el régimen hídrico de la zona. A pesar de ello, se estima que una disponibilidad de 125 mm al mes, es suficiente para lograr las máximas producciones, lo que indicaría, que zonas con 1500 mm de lluvia al año, regularmente distribuidas, son deseables para el cultivo de la palma africana.







En relación a la luz, la palma africana se identifica como planta heliófila, por sus altos requerimientos de luz. Para lograr altas producciones se requieren 1500 horas de luz al año, aproximadamente, siendo importante la distribución de las mismas. Por ello, las zonas que presentan valores medios mensuales superiores a las 125 horas de luz, se consideran adecuadas para el cultivo de esta planta. La insolación afecta, además, a la emisión de las inflorescencias, fotosíntesis, maduración de los racimos y contenido de aceite del mesocarpio.
En cuanto a la humedad relativa, es necesario un promedio mensual superior al 75%.



Suelo.



El grado de rusticidad de la palma africana, permite su adaptación a una amplia gama de condiciones agroecológicas con diversidad de suelos, dentro del marco ambiental del trópico húmedo.
Tolera suelos moderadamente ácidos (5,5-6,5), aunque éstos en general presentan deficiencias de elementos nutritivos tales como nitrógeno, fósforo, potasio, magnesio y boro, que obligan a un manejo adecuado de la fertilización  e imponen la aplicación de enmiendas. Cuando hay una alta acidez en el subsuelo se limita la profundización de las raíces y ocasiona susceptibilidad en las plantas a períodos prolongados de déficit hídrico.
Los suelos óptimos son los de textura franco-arcillosa. En los suelos ligeros, de textura arenosa a franco-arenosa, se presentan problemas de lavado y lixiviación de nutrientes, por lo que su consistencia es insuficiente para el soporte de la planta. Los suelos pesados, de textura arcillosa, presentan limitaciones para su manejo, por la dificultad para drenarlos y por la facilidad con la que se compactan.
Por tanto, los suelos óptimos para el cultivo de la palma africana, son suelos profundos con buen drenaje, de textura ligeramente arcillosa, con buen contenido en materia orgánica, topografía de plana a ligeramente ondulada con pendientes inferiores al 2% y con un nivel de fertilidad de medio a alto.
Es necesario evitar la formación de horizontes excesivamente coherentes, ya que el sistema radical es sensible a dicho fenómeno. Por tanto, la palma africana se desarrolla de forma adecuada en  medios porosos, con suficiente capacidad de saturación de humedad, que permitan, además de un buen desarrollo radical, soportar cortos períodos de sequía, sin disminuir su producción.







PROPAGACIÓN.



La selección del material de propagación es importante para asegurar altos rendimientos y calidad en el aceite de modo que haga rentable el cultivo de la palma. Si se utiliza semilla, ésta debe estar certificada y garantizar las siguientes características:



Generalmente se utiliza la semilla de la variedad Tenera, producto de un cruce entre las variedades Dura y Pisífera.
Una vez seleccionada la semilla, se procede a su germinación, proceso que tarda entre 75 y 90 días, para luego transferirlas al vivero, donde una vez desarrolladas se trasplantan al campo.
También es posible colocar la semilla recién germinada en un previvero, utilizándose bolsas negras de 20 cm de altura por 12 cm de ancho y colocadas unas al lado de la otras en bloques de 1 m de ancho, lo que permitirá colocar 70 plántulas · m-2. La duración de esta fase es de 60 a 120 días. Esta fase permite controlar en espacios relativamente pequeños, grandes cantidades de plántulas, de manera que el material trasplantado al vivero es de muy buena calidad, ya que además de los controles realizados en el previvero, se lleva a cabo una rigurosa selección de las plántulas, para lograr posteriormente un comportamiento lo más uniforme posible.
La fase de vivero tiene una duración de 10 a 14 meses. Un desarrollo inicial adecuado en esta fase repercute directamente sobre el comportamiento de las plántulas en el campo y afectará a la producción de racimos durante los primeros años de cosecha. El vivero debe tener una pendiente inferior al 2% y disponibilidad suficiente de agua para riego (6 mm · día-1).  Para el diseño del vivero es necesario conocer el número total de plantas requeridas, que permitirá establecer a su vez un diseño del sistema de riego adecuado. El área utilizada debe ser preferiblemente cuadrada o rectangular y la distribución de las plantas debe hacerse en triángulos equiláteros (tresbolillos) y a una distancia entre ellas de 0,90, 1,00 ó 1,20 m dependiendo del tiempo que permanecerán en el vivero, 10,12 ó 14 meses respectivamente.



De forma rutinaria, en vivero se realizan labores tales como control de malas hierbas en el suelo y en las bolsas, riegos diarios (6 mm · día-1), fertilización mensual y control de plagas y enfermedades. El control de malas hierbas en las calles y drenajes debe hacerse preferiblemente con herbicidas preemergentes, sin embargo, en las bolsas se realiza a mano. Un método que ha resultado satisfactorio también, es el uso de una capa de 3 cm de espesor de cáscara de arroz o concha de maní, la cual se renueva cada tres meses.
En vivero, un suministro suficiente de agua y a una frecuencia adecuada garantiza un buen desarrollo de la palma, por lo que se recomienda aplicar 6 L· m-2, diariamente en la época seca. En invierno, la frecuencia de riego dependerá de las lluvias, teniendo presente, que sí estás son inferiores a los 6 mm deben completarse con el riego.
En cuanto a la fertilización, es conveniente realizar un análisis de suelo para elaborar un programa racional de fertilización.




Las plagas más comunes en el vivero son las hormigas, roedores, grillos y en épocas de sequías prolongadas sin suministro adecuado de riego, pueden aparecer ácaros, que pueden ser evitados con riegos sistematizados.
En cuanto a enfermedades, son muy comunes algunos hongos de manchas foliares, tal es el caso de los diversos tipos de antracnosis causadas por los géneros Botryodiplodia, Melanconium y Glomerella. La prevención y el control de estas enfermedades se realiza con un manejo adecuado del vivero en cuanto a distanciamiento de las palmas, frecuencia de fertilización y volumen de agua suministrada por riego y aplicaciones preventivas de fungicidas a base de carbamatos a baja concentración.
En fase de vivero se suelen descartar un 5% de las plantas por razones tales como desarrollo de una planta inferior al promedio, folíolos soldados, dispersos o estrechos, perímetro del cuello inferior a 25 cm etc. En general, las plantas seleccionadas deben presentar una armonía en su arquitectura, es decir, deben tener una altura entre 1 y 1,20 m y un mínimo de 8 hojas funcionales.


También pueden utilizarse como material de propagación los hijuelos. La separación de estos de la planta madre se debe realizar con mucho cuidado, regando bien el suelo que se encuentra alrededor de la palma varios días antes de la separación, de forma que se asegure que buena parte de la tierra que rodea las raíces queda adherida a ellas. Si los hijuelos no se necesitan como material de propagación deben de eliminarse.





La palma africana y sus consecuencias socioambientales en el Chocó

Donde quiera que se pretenda plantar la palma aceitera se arguye generación de 
empleo y beneficios al ambiente, hasta se dice que con ésta también llega el 
“desarrollo”. Estos argumentos se contradicen en la práctica, ya que la capacidad 
generadora de empleo de esta actividad es muy baja y los empleos generados son 
de muy mala calidad en todos los sentidos



además; uno de los principales 
impactos de la palma es la apropiación de amplias áreas de tierra que antes 
pertenecían a las poblaciones locales (en no pocos casos suscitando problemas de 
tenencia de la tierra y desplazando forzado).  
“En el mismo sentido se puede decir que el auge en las plantaciones de palma 
sirve a los intereses de las elites locales y de las empresas transnacionales con las 
que se alían para la obtención de beneficios mutuos, y más grave aún es la 
globalización que ha venido experimentando la palma aceitera, hecho que conduce 
a que las grandes empresas (crecientemente extranjeras) se lleven todos los 
beneficios al controlar la producción, la industrialización y la comercialización en 
todos los niveles

Así las cosas, “la agricultura pasó de apoyarse en un flujo de energía renovable 
para transformarse en un actividad muy exigente en combustibles fósiles y recursos 
no renovables” (Pérez – Rincón, 2008). Es de esta forma como la palma aceitera 
utiliza fertilizantes (que se hacen con derivados del petróleo), además en su 
proceso industrial para generar aceite y posteriormente biodiesel se requiere de 
combustibles fósiles; en fin, lo que se plantea es que en el caso de este 
agrocombustible y otros, el balance energético no los favorece, ya que por cada 
unidad de energía gastada en energía fósil, el retorno en agrocombustible 
(“biodiesel” o “bioetanol”) es menor a esa cantidad, lo que en términos más 
palpables lleva a decir que es más lo que se invierte en energía fósil para producir 
agrocombustibles, que la energía que estos generan; obviamente el sector que los 
promueve arguye que el balance es a favor de los agrocombustibles. 
Desde el concepto de desarrollo sostenible
, teniendo en cuenta sus tres pilares, a 
saber: el ser humano (sostenibilidad social), el planeta (sostenibilidad ambiental) y 
los beneficios (sostenibilidad económica) (Vargas, 2007). Se puede considerar que 
la agroindustria de la palma africana no sólo en Colombia, sino a nivel mundial, se 
ha caracterizado por no realizar una producción sostenible debido a que sólo ha 
alcanzado la sostenibilidad económica. De esta forma nos adentramos al litoral 
pacífico.
Ahora bien, en la incursión de la palma africana en el pacifico colombiano
 se arribó 
al “pueblo atrasado de Tumaco ‘costa pacífica  nariñense’, donde para finales de 
los 50’s, el gobierno se encontraba iniciando la primera granja experimental, la cual 
habría de convertirse en punto de apoyo para el lanzamiento en grande del cultivo 
de palma en la región a partir de 1980” (Escobar y Pedrosa, 1996).






Territorio, legislación, palma aceitera y comunidades afrocolombianas


Después de una profunda discriminación y exclusión de la sociedad a los 
afrocolombianos, se empiezan a presentar, a principios de la década del 90, 
algunos avances respecto a los derechos de estas comunidades, y la comunidad 
indígena. De esta forma la Constitución Política de 1991, en su artículo 63 y la ley 
70 de 1993, reconoce que las tierras de los territorios colectivos de las 
comunidades negras, al igual que los resguardos indígenas, son inalienables, 
imprescriptibles e inembargables. Declaración que en teoría debería obstaculizar 
las inversiones de las trasnacionales en los territorios de estas comunidades (como 
es el caso de la región pacífica), que además albergan gran parte de la bioversidad 
del país y del mundo. 

El artículo transitorio 55 de la Constitución Política de 1991 (en concreto fue de lo 
poco que se hizo a favor de las comunidades negras) dio origen a la ley 70 de 
1993, ley que de por sí tiene vacios; no obstante, para este caso, lo importante es 
que dentro de sus bondades defiende el territorio rural de las comunidades 
afrocolombianas del Litoral pacífico, aunque por la fecha de expedición de la misma 
se hace evidente que antes no existía una figura que protegiera el territorio de 
estas comunidades, además, esta protección en la práctica ha sido más bien poco 
efectiva.
Lo otro que podría decirse es que esta ley tiene como objetivo entre otros (art 1) 
garantizar las prácticas tradicionales de producción, el derecho a la propiedad 
colectiva y la protección de la identidad cultural. Derechos que se violan y vulneran 
con el establecimiento de la palma africana en los territorios colectivos de las 
comunidades afrocolombianas, porque la misma acaba con dichas prácticas 
tradicionales al obligar a las poblaciones a cambiar sus cultivos y tener que 
dedicarse a otras actividades (siembra y manejo de la palma); esto conlleva a la 
perdida de la identidad cultural debido a que tal identidad está en gran parte 
asociada a la forma de producir. Además, la propiedad colectiva se ve amenazada 
ya que los palmicultores buscan comprar estas tierras o hacer convenios que en la 
práctica le apuntan al desmedro y pérdida de propiedad del territorio. También es 
importante reconocer que: 
“Los monocultivos de palma, por su extensión (grande para ser rentable) (…) sus 
requerimientos agroecológicos (el exceso de agua mata a la palma por lo que hay 
que drenar los terrenos), su necesidad de insumos (herbicidas, plaguicidas, 
Revista Luna Azul ISSN 1909-2474 No. 27, julio - diciembre 2008
intensiva y eficiente (lo que obliga a 
duras condiciones laborales), su necesidad de que haya alguna planta extractora 
de aceite (lo cual contamina el aire y el agua, con sus emisiones y vertimientos 
respectivamente) y, sobre todo, la sustitución de bosques originales hacen 
incompatibles las plantaciones de palma con la función ecológica y social 
determinada para los territorios colectivos de comunidades afros y indígenas”